Queden en el suelo
todas las yerbas de luz y pecado.
Tu nombre quiero dentro,
tu nombre mártir
de heroínas ficticias,
tu nombre crecido y punzante
del averno al éter,
porque siendo todo el mal tengo a tu nombre sacro
que me maldice y se yergue
exculpando mis más dulces esperpentos
y estas miserias incontables que venero.
Noche para implorar
porque mis muertos estén
y remedien la helada,
porque hay cárcavas y señas infranqueables
de noche y de vos hasta el petitorio del fin
y el curso de un río áspero y quedo
mientras espero que tu exilio
(absurdo mismo)
bese esta horca glacial que adore
a los compartidos vástagos del mundo,
y te escriba la culpa de perseguirse
y hacerte un azar estricto,
una fuente,
un faro y el retazo de este escape,
la burla y el paso niño del sinsentido, o esto.
Y me aviento en el péndulo exacto
de esa voz doble,
en su bífida escaramuza me columpio.
Noche de sacrilegio,
un mimo infinito
nacido para la búsqueda
y que la farsa se parta
por el santo salivazo,
sumergimiento pleno de vos y de todos,
así espero tu aparición -o perfecta-
sin estarme ni asirte, nombre,
y el puerto anclado a esta calzada sorda.
(dcb)
jueves, 20 de diciembre de 2007
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