Qué redundancia la lluvia
sobre una calle angosta y devuelta
por donde anduve solo
cuando mordías mi mano.
Yo llevo doblada la acera,
hacia adentro y en ristre,
para incentivar tu calma,
ahogada y musical parsimonia
debida a mi peregrinaje
y hosca con el viento...
Y el viento...
¿dónde va cuando no sopla?
¿dónde se esconde el viento
para anunciar temblores?
Lo que pesa se levanta
y la mano herida salta
y se hace barco de papel
o araña que persigue,
quiebramuros de hambre.
Almas de piedra que son rastros,
olores de antaño,
avispas en vuelo quieto
con alas que llaman
así como banderas,
así como palmeras
y después atrapan.
Te voy a matar
desde la silla de la ameba.
Te voy a agotar,
te tragaré rayando tus sequías,
te enfermaré,
a punta de pie
o de empedrados cuerpos rotos,
asilados en tus costas de orina,
camas de crueles témpanos,
lechos de basura que dicen tu grandeza...
¿El fin de la calle?
la lluvia se la lleva cual suspiro
subida en su lomo de plata,
mancha de piedras redondas
y la monstruosa ciudad callada
se descalza de nuevo.
(dcb)
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3 comentarios:
Me saco el sombrero, aunque la lluvia me moje.
Cuánta poesía y además las canciones de Jarrin! Sigan adelante!
La calle, el escenario sublime, perverso, complejo, simple, recurrente de las grandes historias, de los grandes desastres, de los pequeños mendigos, de las solitarias caminatas, de la vida cotidiana, su caos, su odio, su amor.. La calle... Sintesis de ciudad...
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